lunes, 28 de mayo de 2012

La Casa de Corrección de Paiba en Bogotá

La Casa de Corrección de Paiba en Bogotá
Autora: Ximena Pachón
1.     Objetivos de Aprendizaje:
-          Analizar las prioridades de la sociedad bogotana de inicios del s. XX frente a las condiciones de delincuencia generada por un creciente número de niños abandonados producto de las guerras.
-          Reflexionar sobre cuánto ha cambiado el trato que se da a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley, en los países de América Latina.
2.     Preguntas motivadoras para el diálogo:
-          ¿Cuánto ha logrado evolucionar el pensamiento social latinoamericano para resolver el problema de niños y niñas abandonadas, hoy más conocidos como niños de la calle?
-          ¿Cuál fue el papel desempeñado por la iglesia en esta Casa de Corrección?
-          ¿Puede la religión colaborar en la reinserción de niños y niñas, en medios como las Casas de Corrección de Paiba?
3.     Resumen:
El clima social de la Bogotá de inicios del siglo XX estuvo fuertemente matizado por la situación de abandono en que vivían muchos niños y niñas, que desde muy pequeños se lanzaban a las calles para delinquir. Para comprender mejor este escenario es necesario tener presente la conflictividad que Colombia había vivido a finales del siglo anterior, principalmente la guerra de los Mil Días.
La respuesta de la sociedad bogotana al problema fue la presión ejercida hacia la apertura de Centros de Corrección en donde estos niños y niñas fueran “educados” para poderse insertar posteriormente como buenos ciudadanos.
La realidad de los Centros de Corrección fue otra, desde un inicio fueron descuidados por las autoridades de gobierno y no contaron con los recursos necesarios para que efectivamente se pudiera realizar un trabajo de modelaje que ayudara a los niños a ser buenos ciudadanos. Por el contrario el panorama que refleja la Casa de Corrección de Paiba es de total abandono. Las condiciones deplorables en que vivían los allí recluidos solo reflejan el olvido, la pobreza y la ignominia con que fueron tratados.
Ideas Claves/Centrales:
-         La Casa de Corrección de Paiba fue una de las dos instituciones que caracterizaron el devenir de la infancia pobre de Bogotá a inicios del s. XX. Funcionó en una “vieja casona” en las orillas y hacia el occidente de la ciudad, en un sector denominado Paiba, de ahí su nombre.
-         Sus inicios se relacionan con las dimensiones que adquirió el problema de la vagancia y la delincuencia infantil en la capital al final de las guerras civiles, especialmente al finalizar la Guerra de los Mil Días que ha merecido el análisis en artículo aparte de este mismo compendio. Esto nos ha de llevar a la reflexión que, producto de la guerra y posterior a ella, la situación de los niños abandonados a su suerte fue crítica y el único clamor de la ciudadanía fue manifestar su necesidad de una institución carcelaria para niños.
-         La Bogotá de inicios de siglo XX vio con preocupación cómo día con día ingresaban nuevos niños delincuentes, estimulados por la pobreza, la orfandad y la ociosidad que imperaba en las cárceles.
-         No hay muchos indicios de lo que verdaderamente sucedía en la Casa de Corrección, pero un análisis de dos fuentes distintas ponen en evidencia las contradicciones entre la visión bucólica que las descripciones de las páginas sociales narraban de cómo las señoras y señoritas de alta alcurnia daban su limosna a los desamparados y lo que informes realizados por especialistas, principalmente de la salud, brindaban de las verdaderas y desgarradoras condiciones en que eran retenidos los niños en Paiba.
-         A mediados de 1910 se desencadenó en Bogotá una epidemia de fiebre tifoidea y según los especialistas Paiba había sido el foco de diseminación. Esa fue la razón de llevar a cabo un estudio a fondo de la situación de esta Casa de Corrección. En ese momento, la institución no era exclusivamente de población masculina ya que se encontraban algunas niñas. El primer caso que se presentó fue el de una niña llamada Alicia y a partir de ella 65 casos más en el transcurso de un mes, eso significaba que más del 50% de los habitantes del lugar contrajo la enfermedad. Sin embargo, no se registró ningún caso de muerte.
-         Pero el caso es que este estudio realizado por médicos especialistas puso en evidencia la responsabilidad que recaía sobre las autoridades por su total indiferencia ante las condiciones de vida de estos niños y niñas. Nunca se mandó un médico que aliviara las penas que pasaban los pequeños. Los médicos que realizaron el estudio resaltaban con estupor las defectuosas condiciones y la falta de absoluta higiene en que vivían aglomerados en Paiba 120 desgraciados niños.
-         En el informe se les describía de la siguiente manera: “… seres inconscientes que sufren las consecuencias de sus padres, son hijos de alcohólicos, sifilíticos, que les dejan como única herencia una degeneración cerebral, que hace de estos pobres seres, cleptómanos, epilépticos, homosexuales y toda aquella gama de degeneración moral.”
-         Los especialistas se resistían a creer que pudieran existir niños tan desgraciados que tuvieran que vivir en condiciones de “verdaderos seres irracionales”. Según dejan especificado en el informe, en minúsculas habitaciones sin ventanas, ni ventilación, estaban hacinadas de 50 a 60 camas, inmediatas unas a otras en medio de bancos de carpintería, de herramientas y madera. Un solo excusado sin agua corriente para más de 80 individuos y que comunicaba directamente con el mismo dormitorio.
-         A pesar del aseo y el cuidado que las Hermanas de la Caridad trataban de mantener, las condiciones higiénicas eran muy precarias y hacía la atmósfera insoportable. Paiba era la institución que más surtía a los hospitales en épocas de epidemias y de donde se diseminaban múltiples enfermedades en la ciudad. En su momento llegó a contar con 250 reclusos.
-         Como pudieron darse cuenta, la dirección del establecimiento estaba bajo la responsabilidad de las religiosas de la Caridad, que se preocupaban por el aseo del edificio, el orden y el manejo escrupuloso del poco dinero asignado, pero sin conocimientos para el tratamiento adecuado de los niños remitidos.
-         Un segundo informe fue presentado  en 1923 a la Sociedad de Pediatría de Bogotá evidenciando las necesidades más apremiantes de Paiba. Según el informe de los especialistas, las Hermanas mantenían el criterio de que los niños de Paiba eran verdaderos criminales a quienes nada salvaría de sus inclinaciones. Por consiguiente el sistema correccional aplicado no podía ser más imperfecto: “se reducía a retener al niño o adolescente durante cierto tiempo, se le exigía rezar algunas oraciones y someterse silenciosamente a las medidas dictadas por el reglamento. También recibían alguna instrucción de lectura o escritura, pero el resto del tiempo nadie ni nada educa ni endereza por buenos senderos sus enfermizas voluntades”.
-         Un informe presentado por el Juez de Menores en 1926 sobre la situación de las Casas de Corrección a su cargo, Paiba y el Buen Pastor, daba cuenta de sus visitas semanales para ver el adelanto o grado de corrección que manifestaban cada uno de los ahí recluidos. Subraya este informe como los calabozos y bretes que caracterizaron a Paiba se habían suprimido dando paso a otro tipo de medidas. Probablemente las denuncias de los informes anteriores incidieron en algunas reformas. Ya para este tiempo el número de niños recluidos se había reducido a 80 o 90. Paiba quedó destinada exclusivamente para “aquellos muchachos incorregibles contra quienes no existe otro medio eficaz para su corrección y mejoramiento moral, que la separación total del medio en que viven y se desarrollan”.
-         Paiba se destinó para “aquellos muchachos incorregibles contra quienes no existe otro medio eficaz para su corrección y mejoramiento moral, que la separación total del medio en que viven y se desarrollan”.
-         A pesar de las buenas intenciones del Juez, la escasez de recursos asignados a Paiba no permitía que los menores recluidos recibieran más que unos vagos rudimentos de enseñanza primaria y religiosa, y en cuanto a oficios, sólo lograban laborar toscamente el fique o aprender nociones de zapatería.
-         El Juez en su informe se quejaba de las condiciones de su trabajo y consideraba que la organización de la casa estaba lejos de brindar las garantías de una verdadera casa de corrección.
-         La Ley 98 de 1920, que reglamentó en el país los Juzgados de Menores y las Casas de Corrección, establecía que éstas debían ser consideradas como casas de educación y no como presidios.
-         A mediados de 1933 fue nombrado como Juez de Menores el Doctor José Antonio León Rey, estudioso abogado y profesor universitario especialista en problemas de la delincuencia infantil y la psicología judicial. En una larga misiva dirigida al Doctor Jorge Bejarano, quien tanto se había preocupado por el problema de la delincuencia infantil en Bogotá, le solicitaba su asesoría y le proponía una campaña que culminaría con la reforma de las casas de corrección y la reorganización del Juzgado de Menores sobre bases científicas.
-         Para esta época fungía como director de Paiba a un educador, don Julio Camelo quien unía a “conocimientos del pedagogo el celo del apóstol”. Si bien el señor Camelo había realizado en Paiba una notable transformación, ni su celo ni su pericia podían vencer el cúmulo de deficiencias que sobre ella se cernía, viendo sus iniciativas quedaban frustradas.
-         La reforma de Paiba se consideraba más urgente que la de las cárceles destinadas a los adultos, dado que estos, generalmente eran sujetos ya incorregibles mientras que de los menores delincuentes se podían sacar ciudadanos, empleando para ello sistemas educativos que “despojen las dañadas inclinaciones y les permitan la adquisición de virtudes cristianas y ciudadanas”.
-         Mientras tanto, Paiba era descrita como un lugar “tomado por la miseria” donde no hay derecho, no puede haberlo, intentar ampliaciones u obras similares, en momentos en que en la casa de los pobres niños de Paiba no hay ni siquiera servicios higiénicos sino hoyos infectos, cercanos al lugar en que deben comerse el pan negro de su desgracia…”
-         Para agosto de 1935, la cárcel de Paiba había sido trasladada fuera de Bogotá, a una vieja casona ubicada en una finca. Se esperaba que los niños gozaran del aire puro y del sol, sino que aprovecharan amplios terrenos para el cultivo de hortalizas. Si bien es cierto, la tierra estaba disponible, los niños y directores esperaban en vano las semillas para sembrar. Se carecía de elementos “tanto laboristas como pedagógicos”.
-         A los pocos años de este traslado, la cárcel de Paiba se cerró y parece haber sido reemplazada por la cárcel de Fagua, donde se siguieron reproduciendo los vicios que se sucedieron en la “temible” Casa Correccional de Paiba, a donde por cerca de 35 años fueron remitidos los “niños delincuentes” de principios del siglo XX. Fue allí donde se formaron y adquirieron sus destrezas, habilidades y contactos  los grandes delincuentes que durante el siglo XX asolaron la ciudad de Bogotá.

martes, 15 de mayo de 2012

El Concertaje laboral de los niños abandonados en Bogotá 1642 – 1885

El Concertaje laboral de los niños abandonados en Bogotá 1642 – 1885
Autora: Estela Restrepo Zea

Preguntas motivadoras para el Diálogo:
1. ¿Que nos enseña el Concertaje Laboral de los niños abandonados para la comprensión de nuestras infancias actuales, en los contextos latinoamericanos y Caribeños?
2. ¿Cuál es el rol que jugaba la espiritualidad en el Concertaje laboral de los niños abandonados en Bogotá?
3. ¿Cómo los proyectos de salud, educación, nutrición espiritual, protección, género se pueden beneficiar de los contenidos de este capítulo de la historia de Bogotá sobre el
Concertaje Laboral?

Objetivos de aprendizaje:
- Establecer las relaciones existentes entre las infancias pre colombinas con las infancias actuales en Latinoamérica y el Caribe.
- Profundizar en la reflexión de nutrición espiritual de nuestro trabajo con la niñez de
Latinoamérica y el Caribe.

1. Resumen:
El ensayo nos habla sobre el Concertaje[1] laboral de los niños abandonados en Bogotá durante los años 1642 – 1885. La práctica de abandonar y exponer a los niños en las calles públicas en las puertas y puentes solitarios, apenas acababan de nacer era común no solo de los indios, sino también de los españoles; así como todas las medidas tomadas por las autoridades con la creación de Casas de Refugio, Hospicios, en las que se daba asilo a los niños y niñas desde recién nacidos, para luego pasar a los tutores los varones mayores de 10 años, la edad suficiente para trabajar, para que realizaran algún oficio, y las niñas se dedicaban al trabajo de servicio en casa de familias.

Ideas claves / centrales:
I. La casa de Expósitos y de Recogidas ( 1642 – 1790)
La práctica de abandonar y exponer a los niños en las calles públicas, apenas acababan de nacer era común no solo de los indios, sino también de los españoles. Con el objeto de reducir a los huérfanos y desamparados, la Monarquía había ordenado a los virreyes dejar en manos de las autoridades y los tutores a los varones mayores de 10 años, la edad suficiente para trabajar, con el fin de que realizaran algún oficio, lo que significaba a los encomenderos a emplear niños menores de esa edad y a familias virtuosas a recibir en servicio a las niñas, porque de lo contrario, serían guardadas en casas de recogidas.
En el siglo XVII, se constituyó la casa de recogidas y expósitos[2] de Santa Fe, hasta que el establecimiento pudiera mantenerse con donaciones de particulares. La Casa estaba pensada como una institución, muy conforme a la religión y útil a los intereses del Estado, dando instrucción a cada uno en aquel oficio que correspondía a su naturaleza y talento. Durante el siglo XVII y gran parte del XVIII, la institución se ocupó de criar a los lactantes, de instruir a los niños, de albergar a las viudas y beatas, y de moralizar a las mujeres remitidas por la justicia. En beneficio del prójimo, y para satisfacer la conciencia del Monarca, el centro guardaba a los hijos de criollos empobrecidos, naturales, esclavos y mestizos para que aprendieran la doctrina y algunos oficios.
La admisión de los infantes en el hospicio se iniciaba después de reconocer su pertenencia a la comunidad cristiana. Pasaban a una madre sustituta, el pecho de las madres sustitutas a los críos ajenos, derivaba en tributo. Por el aumento de lactantes en el hospicio, los corregidores de indios debieron enviar mujeres indígenas para que cumplieran con el amamantamiento de los pequeños, aunque ello implicara – para las nativas – dejar a los propios sin el “jugo blanco”. Alcanzados los 6 años, los hijos de cautivos, continuaban como sus mayores el camino de la esclavitud, los descendientes de blancos pobres y, sobre todo, los vástagos de indios y de mestizos, eran ofrecidos en adopción a familias que requerían su trabajo, o puestos a disposición de maestros para que aprendieran un oficio. Los centros no podían recoger en su recinto el crecido número de los que se encontraban sin oficio, y con el fin de impedir, la indigencia, la ociosidad y la pereza; se entregó a jóvenes que se hallaban en su minoría de edad a los maestros y artesanos honrados.

II. La Casa de Refugio ( 1834 – 1870)
En 1834, el Hospicio de Bogotá cambió su carácter con el fin de encerrar a la población que podía representar algún peligro social para las gentes de bien. Buscando remediar los perniciosos efectos de la vagancia, la Cámara Bogotá transformó el antiguo hospicio de la capital en una casa de corrección, bajo principios filantrópicos. El nuevo objeto del centro era encerrar a los condenados a presidio y a prisión con el fin que enmendaran las faltas cometidas, y reformar las costumbres de los niños abandonados a través de la destreza en un oficio. En cumplimiento de ese propósito, los menores convivían con penados por ociosidad, indigencia o delitos menores, enfermos crónicos y viejos. Cuando el niño se encontraba en capacidad de trabajar podía ser entregado a ciudadanos particulares, a maestros de oficio o a agricultores que requirieran de su trabajo. Para ello era menester que el director de la casa firmara con los interesados una fianza en la que se estipulaban las obligaciones de ambas partes, hasta por 5 años.
Dos años después, el Congreso de la Nueva Granada acordó ampliar el concertaje para corregir la inconstancia y falta de previsión propia de la primera edad, y con el fin de asegurar la presencia de los jóvenes en las haciendas, casas o talleres, donde podrían adquirir conocimientos y destrezas, como hábitos laboriosos para el resto de su vida. Se dispuso entregar por medio de escritura pública a los niños entre 7 y 18 años a comerciantes, agricultores, hacendados, maestros de fábrica o taller de arte: y a las niñas, a familias honradas o establecimientos donde pudieran aprender algún oficio.
Por el interés de generalizar el concertaje, la ley mandó a los jefes políticos, los Alcaldes y sus delegados persuadir a los padres de familia que no tuvieran los medios necesarios para procurar a sus hijos alguna ocupación, para que entregaran sus vástagos a particulares, como medio de hacer de ellos un apoyo de su familia, y ciudadanos útiles a la patria. Entre 1842 y 1849, la periódica convivencia de los lactantes con los enajenados y el poco aliciente que representaba para las putativas madres los dos pesos mensuales, deterioró considerablemente el sistema de pupilaje y elevó la mortalidad de los infantes. Mujeres degradadas sin moral y sin estímulos de ninguna clase, acallaban a los lactantes con bebidas narcóticas, lo que elevó a 70% el fallecimiento de los niños que se encontraban en poder de las cortesanas.
En 1851, la Gobernación de la Provincia privilegió otra vez la asistencia de niños y desvalidos, gracias a que la administración de los penados se había entregado a los distritos judiciales. La reforma no llegó a feliz término por la bancarrota de las instituciones de beneficencia, redujeron considerablemente las entradas de la Casa de Refugio, refiriéndose a la nefasta situación de la Casa de Refugio en estos años, con la miseria de los internados, se comunicó que por el maltrato de los niños a manos de las amas de cría se había incrementado a 20% la mortalidad de los lactantes.

III Del Asilo al Taller
En1869 el Poder Ejecutivo de Cundinamarca votó el primer Código de Beneficencia de la
República, para asistir con dineros públicos a los pobres y enfermos del territorio, creó la
Junta General de Beneficencia con el fin de dirigir e inspeccionar todas las entidades caritativas, recaudar, invertir y administrar sus bienes y rentas, y formar los reglamentos internos.
Con relación a los menores desamparados, el Código determinó que la Casa de Refugio ampararía gratuitamente a los expósitos antes de salir del período de lactancia, a los que pasada esta etapa no pudieran dar razón de sus padres, o cuyos parientes o deudos obligados a su cuidado no tuvieran capacidad para mantenerlos, a los niños mayores de 7 años arrojados de sus casas o salidos de ellas por su voluntad, y carentes de deudos o tutores, y por el pago de una pensión.
Puesto en marcha el estatuto, los varones mayores de 7 años fueron incluidos en el asilo de indigentes creado en 1870, con inválidos completamente inútiles para el trabajo, con enfermos mentales remitidos por la Casa de Refugio y por el Hospital de Caridad, y con locos, ciegos y tullidos que andaban vagando por las calles de la ciudad mendigando el pan, con vilipendio y deshonra de sus habitantes.
La suerte de los lactantes, de los niños de ambos sexos menores de 7 años, y de las mujeres hasta los 18 años cumplidos era más llevadera, aunque dificultades de distinto orden impedían separarlos de decrépitas y enfermas. El año siguiente, las hermanas de la caridad asumieron la administración del dicho hospicio con el fin de asilar a las niñas inocentes para preservar a los tiernos e inocentes corazones que sin el apoyo de sus padres, y sin medios ni aptitudes para proporcionarse la subsistencia, sería fácil corromper. Los planes de las hermanas comenzaron a cumplirse seis meses después de la constitución de la Casa de Locas de Bogotá en 1874.
Antes de terminar la década, la permanente incapacidad de los asilos para amparar e instruir a los niños abandonados y la necesidad de personal para la industria, acentuaron la importancia del concertaje, estimulado entonces por sectores conservadores.
En 1878 se constituyó la Sociedad Protectora de Niños Desamparados, en 1882 abrió sus puertas en la Quinta Lleras con pocos niños, aunque al finalizar el año sobrepasaban el centenar. Los internos concurrían a la escuela tres horas al día (de 7 a 9 de la mañana y de 7 a 8 de la noche). Entre la instrucción de la mañana y de la tarde, tenía lugar el aprendizaje en los talleres durante ocho horas.
Por el plan de re - educación, los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la Comunidad de la
Salle tomaron posesión del establecimiento, previo contrato celebrado con la Junta General de
Beneficencia y con el Ministerio de Gobierno. Mediante el concurso especial de la iglesia y la ayuda económica de instituciones caritativas, el régimen conservador sancionó la inserción de los niños en el mercado laboral. Con ese propósito instruyó a los menores pobres, a los abandonados y a los llamados “incorregibles” para laborar con docilidad y disciplina, dos de las cualidades más relevantes en el mundo del concertaje.


[1] Concertaje: Contrato mediante el cual un indígena se obligaba a realizar trabajos agrícolas de manera vitalicia y hereditaria, sin recibir salario o recibiéndolo mínimo.

[2] Expósitos: Dicho de un recién nacido: Abandonado o expuesto, o confiado a un establecimiento benéfico